Existen entre 50 y 100 palos flamencos, aunque sobre la cantidad exacta sigue habiendo debate. Lo que sí se sabe es que todos tienen una personalidad definida… ¿la imaginamos?

En gran árbol genealógico, el flamenco se ramifica en estilos que a su vez se capilarizan en subtipos entre los que se incluyen localidades y zonas de origen. 

Y como en entre los miembros de una familia, cada palo ha definido su carácter. Cada uno tiene una identidad propia construida a través de historias y relatos.

Bulería, la burlona

La bulería es uno de los palos más alegres del flamenco y a la vez uno de los más complicados de interpretar. Su nombre podría derivar de la palabra bullería y, esta, de bulla: griterío, jaleo… No hay jaleo o fiesta flamenca que no tenga una bulería en su repertorio.  Claro, que hay que decir que no es lo mismo la bulería por soleá, la soleá por bulería, la de por fandangos, y etc. etc, 

Sin embargo, parece que la mayoría de investigadores ven el origen en burlería, burla, como en el caso de la opinión de Blas Vega. Si esto fuera así, sería «el lugar de la burla», un sitio para divertirse y celebrar con ironía. En realidad, las letras irónicas y jocosas que se cantan a este compás dan la razón a esta teoría. «Cancioncillas guasonas», escribía Demófilo en 1881.

Cómo dijo el maestro Manolo Sanlúcar en 2015, «en una fiesta en Jerez, una mujer da de mamar a su hijo tocando las palmas por bulerías y eso no pasa en China».

En este vídeo, la reina de las bulerías, La Paquera de Jerez.  

Tangos, la alegría africana

Por su métrica binaria, los tangos pueden parecer el palo más sencillo, aunque tiene infinitas variaciones. Los tientos son una de ellas. Es también un palo vivaz, alegre, que puede ser más o menos largo según sea de Cádiz, Málaga, extremeño…

Existe una célula rítmica de origen africano que los esclavos llevaron consigo a América. Así lo explican los musicólogos de Camerata Flamenco Project. Este estilo se fue integrando con lo local, pero era tal su sensualidad, que la iglesia católica lo intentó prohibir. No fue suficiente. De ahí han surgido el candombe uruguayo, el tango argentino, la habanera y, una vez que llegaron a Cádiz, el tango flamenco.  

La reina del tango es La Niña de los Peines. Camarón de la Isla lo pasea por todo el mundo en Como el agua, compuesta por el hermano de Paco de Lucía, Pepe de Lucía.  

Las seguiriyas, quejío

Aunque la palabra seguiriya podría incluso encontrar su origen en el yacimiento arqueológico de Sigiriya, en Sri Lanka, Antonio Manuel, autor de Arqueología de lo jondo, defiende que viene del árabe andalusí, donde seguiriya es una «borrachera», un éxtasis. Pero lo más aceptado es que sea una forma andaluza de decir «seguida», por lo que es válido hablar de seguirillas, como de seguidiyas, sigueriyas… según el dialecto local.

Es un palo flamenco sobrio y quejumbroso. De hecho, el quejío tiene incluso más presencia que la letra. Es por ello el palo de lo jondo, y hay tantas variaciones como artistas. Se considera a Vicente Escudero el que le dio forma en el baile. Pilar López añadió las castañuelas. Antes, fue el cante de Antonio Chacón, Silverio Franconetti o Tomás Pavón.   

Fandango, el Adán de los palos flamencos

Este estilo es uno de los más antiguos del flamenco, por lo que tiene una historia más compleja y ha recibido muchas más influencias que la mayoría. Influencias que van desde el fado portugués, pasando por la música morisca, la música hindú hasta la jota aragonesa.

El fandango con personalidad muy marcada es el de Huelva, cuya conservación y promoción es objetivo de las peñas provinciales. Y, después, de estilos según la localidad. En resumen, se contabilizan 32 estilos de fandangos de Huelva repartidos en 9 localidades. 

Entre sus máximos exponentes, Paco Isidro y Antonio Rengel. También Sabicas, Marchena o Niño Ricardo. Manolo Caracol, cantaor sevillano, «inventó» su versión, el fandango caracolero.

Mucho más actual es este fandango de la compañía “Emilio Ochando y Cía”. El espectáculo completo defiende la escuela bolera, el folclore y el flamenco. 

Sevillana, la que no quiere estar sola

Algunas de las fiestas más populares de España, como la Feria de Sevilla o la Romería del Rocío, tienen como banda sonora las sevillanas. Y, aunque se discute si se puede considerar un palo flamenco o un estilo ajeno pero «aflamencao», las sevillanas se han convertido, sobre todo fuera de España, en el estandarte del flamenco.

Se bailan con una pareja enfrente y a su vez estas parejas forman «corros». La sevillana se interpreta en cuatro partes, que se dice que representan las cuatro fases del amor: la primera, conocerse; la segunda, enamorarse; la tercera, enfadarse; y, la última, reconciliarse.

La rumba, la chica-pop del flamenco

La rumba flamenca es posiblemente el palo más popular en la actualidad. Basta con echar un vistazo a las redes sociales o a las terrazas españolas cuando llega el buen tiempo para saber que la rumba es el palo flamenco más flexible y pegadizo. Quizá sea porque su ámbito es muy amplio: recibe influencias de diferentes partes de África y América, especialmente, de Cuba, un cante de ida y vuelta.

Pero, ¿a dónde vuelve? A Cataluña. Por esta razón, la rumba flamenca terminó derivando en un subgénero, la rumba catalana.

Relacionados con el campesinado cubano, los bailarines adoptan una estética más suelta, con camisas y faldas holgadas, de colores claros y alegres.