Revolucionó el flamenco de su época, formó pareja artística y sentimental con Lola Flores y conquistó a los amantes del cante gracias a una voz profunda y quebrada que transmitía como nadie la identidad gitana. Se llamaba Manolo Caracol.   

Manolo Caracol Biografía
Manolo Caracol Biografía

BIO

Nacimiento-muerte

7 de julio de 1909 en Sevilla (Andalucía)
24 de febrero de 1973 (Madrid)

Familia e hijos

Esposa: Luisa Gómez Junquera
Hijos: Enrique, Luisa, Lola y Manuela

Nació en Sevilla como Manuel Ortega Juárez en la calle Lumbreras, número 10, el día de San Fermín de 1909. Su casa se hallaba en pleno barrio de la Alameda de Hércules, donde se encuentra el jardín público del mismo nombre más antiguo de España y de Europa.  

Manolo Caracol procedía de una familia gitana con lazos muy arraigados en el flamenco; también en el mundo taurino. Tras una vida dedicada al cante, que fue prematuramente interrumpida por un accidente de tráfico con 63 años, Caracol pasó a ser leyenda como uno de los cantaores más grandes gracias a su voz quebrada y a un espíritu innovador que le llevó a transgredir las estrictas normas del flamenco introduciendo elementos ajenos como la orquesta o el piano.  

El apodo le vino dado como herencia de su padre al nacer. Cuentan que su tía Gabriela, madre del diestro Joselito el Gallo, rebautizo a su progenitor tras tirarle de un pelotazo una olla llena de caracoles.  

«Si alguien podía presumir de «genes’ flamencos, ese era Caracol. Por línea materna, era tataranieto de El Planeta, uno de los primeros cantaores de los que se tiene noticia; también sobrino de las bailaoras Rita y Carlota Ortega. De su familia además procedían artistas como El Mellizo, Curro Dulce y El Gordo. Y su padre, aunque era mozo de espadas de su primo el torero, era cantaor semiprofesional. La estirpe no murió con él: sus cuatro hijos se dedicaron al arte flamenco, y Manzanita era sobrino suyo. 

Manolo Caracol comienza con un premio

Con 12 años, ganó el Concurso de Cante Jondo de Granada, un certamen impulsado por Manuel de Falla y Federico García Lorca. A él acudió de la mano del cantaor jerezano Antonio Chacón, a quién Manolo le pidió participar. Al parecer, el padre de la criatura ni siquiera tenía idea de que el niño tuviera el don del cante. 

Pronto se convirtió Manolo Caracol en leyenda viva del flamenco, aunque siempre fue una figura controvertida. Su frase «Yo cuando canto no me acuerdo ni de Jerez ni de Cádiz, ni de Triana, ni de nadie. Intento hacer el cante a media voz, que es como duele, esa es la hondura, porque el flamenco no es pa’ sordos, es caricia jonda” ha pasado a la historia. Caracol era conocido por su voz quebrada con la que no solo se daba al cante jondo: también abordó en su carrera palos más populares como el fandango o la zambra. Nada se le resistía.  

Manolo Caracol en Madrid

Hasta 1935, año en el que se instaló en Madrid, trabajo en distintos espectáculos e hizo giras por diversos lugares de España. Su primera actuación en como protagonista en solitario fue en el Teatro Reina Victoria de Sevilla junto al Tenazas de Morón.

En Madrid se ganaba la vida como en sus inicios en Sevilla: actuando en juergas flamencas. No obstante, la Guerra Civil truncó el desarrollo de estas fiestas, y Manolo Caracol se centró en el teatro. Junto a Pepe Pinto y la Niña de los Peines crearon, una vez finalizada la guerra, un espectáculo de gran éxito donde fusionaban cante, baile y teatro al ritmo de música de orquesta o piano. Este era un tipo de espectáculo muy de lo que le gustaba a Caracol. 

Arte y amor: Lola Flores

Sin duda, Caracol no solo ha pasado a la historia como uno de los mejores cantaores de flamenco de la historia, también lo ha hecho como pareja artística y sentimental de La Faraona durante ocho años.  

Luisa Gómez Junquera, gitana jerezana, se casó con Manolo Caracol en 1930, lo que no fue impedimento para que el cantaor sevillano mantuviera una relación sentimental con Lola Flores, que era 14 años más joven que él.  

La Faraona, también jerezana, entró en la compañía de Manolo Caracol con 15 años. La relación sentimental entre ellos dos no fue inmediata. Al poco de entrar en la compañía, la joven Lola se enamoró del guitarrista Niño Ricardo.

Por un tiempo, Caracol y Flores separaron sus caminos, aunque en 1943, La Faraona le propuso incorporarse al cartel de Zambra, un espectáculo escrito por Quintero, León y Quiroga en el que ella sería la estrella. No sin cierto reparo, Caracol aceptó el ofrecimiento. Al producir Lola el espectáculo, se convirtieron en pareja artística y aunque ella era la primera espada, tuvieron tal éxito juntos que seguía brillando como el gran cantaor que era. Zambra se mantuvo durante ocho años, el mismo tiempo que duró el romance.

En sus memorias, Lola llegó a decir: “Vivíamos una vida violenta y maravillosa. Noches de vino y canto. Éramos los dioses de la madrugada. Amanecíamos viendo el sol como dos adolescentes, a pesar de que él me llevaba varios años”. En paralelo a Zambra, rodaron juntos una película: Embrujo. Ya finalizada la obra, llegó La niña de la venta, donde el cantaor interpretaba al tío de La Faraona.  

Lo cierto es que la relación sentimental que mantuvieron estuvo llena de altibajos. Su historia común estuvo marcada por juergas hasta el amanecer, intensos celos que los llevaba a la ruptura y a sonadas reconciliaciones.   

Entre tanto, con Gómez Junquera tuvo tres hijos: Luisa, Enrique, Dolores y Manuela, todos artistas que continuaron con la estirpe flamenca.  

El legado de Manolo Caracol

Después de separarse de Lola Flores, Caracol formó pareja profesional con la bailaora Pilar López, con quien emprendió una gira durante un largo tiempo que le llevó a América. A su vuelta, estrenó en España el espectáculo La Copla Nueva, presentando a su hija Luisa como cantaora. Junto a ella, emprendió otras obras: Arte español, Color moreno y Torres de España.

En 1958, Manolo Caracol grabó el álbum Una historia del cante flamenco, acompañado a la guitarra por Melchor de Marchena, y dirigidos ambos por un catedrático del conservatorio de Madrid, Manuel García Matos. En este disco, Caracol hizo un recorrido por la historia del cante a través de 24 temas entre los que grabó saetas, seguiriyas y malagueñas. Con este álbum, y por si había duda, se consagró como uno de los mejores cantaores de flamenco de todos los tiempos. Además, fue el primero en utilizar la música orquestada como acompañamiento del flamenco, y eso es parte indiscutible de su legado. 

En 1963, inaugura el tablao Los Canasteros en Madrid. Además de ser el lugar en el que actuaba con asiduidad, el tablao era el «teatro real de los gitanos», ya que por allí pasaron grandes iconos del arte flamenco y la canción española, como Pastora Imperio, La Niña de los Peines, Imperio Argentina o una joven Rocío Jurado. Y las juergas flamencas hasta altas horas de la madrugada eran más que comentadas en la capital española.

Su último disco lo grabó en 1972, apenas un año antes de fallecer prematuramente en un accidente de tráfico. En él había un fandango de despedida muy premonitorio. 

Tenía 63 años y murió en accidente de trabajo: se dirigía a su tablao, y en una curva cercana al llamado Puente de los Franceses, su chófer perdió el control del automóvil y se estrellaron contra un poste. Caracol murió en el acto, dejando atrás una vida plagada de éxitos, arte y excesos.  

Una historia del cante flamenco
Cante Grande de Manolo Caracol