Mientras que parece admitido que el cante fue antes que el baile flamenco, el debate está en cuál de sus formas es la más completa y la que ha popularizado más el arte andaluz. Y nuestros tres protagonistas de este artículo son claves en su historia y evolución.
El baile flamenco, con toda su variedad interpretativa, se ha transmitido tradicionalmente por la vía familiar y por los grandes maestros, genios que han aportado su forma peculiar de expresión y sentimiento. Al baile flamenco se han acercado desde siempre otros artistas de la danza clásica y contemporánea en busca de inspiración, profundidad y verdad.
Esta selección de grandes maestros, leyendas vivas del baile flamenco, es una muestra de este patrimonio cultural y artístico. Artistas ejemplares que contienen en su mente, su cuerpo y su corazón el secreto del duende, y su misterio.
La capacidad de transmisión, la originalidad y aportación de formas personales de interpretación, la dedicación de una vida larga a esta pasión por el baile les ha convertido en lo que son: MAESTROS.
Matilde Coral, leyenda viva del baile flamenco
Matilde Coral es una de las principales figuras del flamenco. Nacida en Triana, Sevilla, en 1935, representa la elegancia de Triana en un escenario. Como maestra, queda manifiesta su impronta en destacados intérpretes actuales que bebieron sus enseñanzas en Sevilla. Es el caso de Merche Esmeralda y Manuela Carrasco, entre otras.
Es directora y coreógrafa del Ballet Escuela de Baile Andaluz, intérprete y coreógrafa de la película Sevillanas, de Saura; creadora del espectáculo 100 años de cante flamenco (1994), Medalla de Andalucía, Medalla de Oro al Mérito a las Bellas Artes y Miembro de Honor de la Universidad de Alcalá de Henares.
Su importancia y aportación al flamenco se definen de forma brillante en el libro “Tratado de la bata de cola: Matilde Coral, una vida de arte y magisterio”, de Ángel Álvarez Caballero. En él muestra el legado imprescindible de Matilde al baile flamenco, por ejemplo, respecto al mantón, que en palabras de la bailaora refleja toda una filosofía: «El mantón es fundamental porque te tienes que olvidar de que tienes brazos; es dificilísimo, pero se aprende». Mientras que de la bata de cola asegura: «La bata de cola es el summum, si tú bailas bien con una bata de cola, luego te pones un vestido y haces lo que quieras con él».
Su escuela, en el barrio de Triana, sigue formando a decenas de bailaores que llegan de todo el mundo para perpetuar la elegancia trianera, esencia de la tradición.
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Su escuela, en el barrio de Triana, sigue formando a decenas de bailaores que llegan de todo el mundo para perpetuar la elegancia trianera, esencia de la tradición.
José de la Vega, la Escuela de Barcelona
“Nací en la flamenquísima Utrera (Sevilla), un 6 de diciembre de 1931. Mi cuna se meció al compás de las Soleares y Bulerías de la Familia Perrate. El primer “desplante” lo di al saltar de la cuna desafiando y plantándole cara a la opresión y a las murmuraciones de patio por “tirarse a las tablas”.
José de la Vega no es solo un maestro del zapateado, sino además sorprende por su presencia escénica. Posee un sentido muy original de la coreografía. Su brillante carrera, que inicia en 1953, encuentra el desarrollo adecuado en la compañía de Pilar López. Fija su residencia en Barcelona, por lo que se le reconoce como uno de los grandes exponentes del baile flamenco en Cataluña.
José de la Vega relata sus vivencias en una biografía titulada “El flamenco que viví” (2009), donde define el arte que ha dado sentido a su vida: “El Baile es el mejor homenaje que se le puede hacer al cuerpo humano. Posiblemente la danza brotó sin esperar a la música para manifestarse”.
En el libro, José de la Vega cuenta sus tres etapas en el flamenco.La primera, como bailaor, cuando fue integrante de las mejores compañías del momento; después, cuando crea su propia compañía de baile; y, por último, como docente y director de la escuela de baile que él mismo ha fundado en Barcelona, una de las principales escuelas de baile.
José de la Vega es una auténtica leyenda, cuyas experiencias vitales se han alimentado de los grandes nombres del flamenco: Pilar López, Vicente Escudero o Carmen Amaya. Y no solamente por una técnica virtuosa y personalísima, sino por la sinceridad y sentimiento de su expresión artística.
Blanca del Rey, innovar con elegancia
Blanca Ávila Molina, Blanca del Rey (1946) la gran dama del baile flamenco, define su trayectoria e inquietud con esta frase: “La interrogación es mi guía. Me lleva a la búsqueda y al encuentro”.
Debutó con doce años como profesional en el tablao cordobés El Zoco. A los 14 años llegó a Madrid, y se quedó en el Corral de la Morería, donde conoce a su marido Manuel del Rey. Su trayectoria artística queda suspendida, dedicada a su familia y a estudiar Historia del Arte.
Esta parada que la lleva al estudio del arte, evoluciona hacia una forma de danza personalísima, cuya creación aún perdura. Presenta sus coreografías donde aúna pureza jonda y flamenca junto a un clasicismo e innovación peculiares. Así, crea uno de los bailes más originales y de una belleza plástica singular en la historia del baile flamenco: la soleá del mantón. Una creación que donó la Ballet Nacional de España para que quede en nuestro patrimonio del baile.
Galardonada con los premios más significativos del mundo de la danza y el flamenco, ha sido representante de la danza española ante la Comunidad Europea. Además, ha trabajado en proyectos para la UNESCO, ballets internacionales, Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, Premio Santo Tomás de Aquino de la Universidad de Córdoba y un largo etcétera.
En una entrevista de Blanca del Rey para Zoco Flamenco define a la perfección su esencia como artista y como maestra: “Mi baile viene de lo más hondo. Siempre fue así, soy flor silvestre. Mi mente no está configurada, es anárquica y libre”, un relato vital que ayuda a comprender la genialidad de la artista y cómo su legado permanecerá en el tiempo.