El gran revolucionario del baile flamenco, el más inspirador, el más atrevido, ha dejado un legado impresionante. Muchos le consideran el inventor del ballet español actual y el bailarín más completo hasta el momento. Para otra parte del ámbito dancístico, no era tan buen bailarín pero sí muy efectista. Casi sin fondos, viendo cómo se subastaban sus recuerdos y postrado en una silla de ruedas, solo pidió que no se le olvidara. Ciertamente, hay muchos motivos para hacerle caso.
BIO
Nacimiento-muerte
Sevilla, 4-11-1921.
Madrid, 06/02/1996
Padres y hermanos
Lola Soler y Paco Ruiz. Tuvo tres hermanas y dos hermanos. Una de sus hermanas, apodada Pastora Soler, también se dedicó al baile flamenco.
Antonio Ruiz Soler quería ser bailarín a toda costa. No uno cualquiera: el mejor. La vida no se lo puso muy fácil.
Un 4 de noviembre de 1921, llegaba al mundo Antonio Ruiz Soler, Antonio “El Bailarín”. Nacía en un barrio que ha dado grandes artistas flamencos, la Alameda de Hércules, en Sevilla. La Pompi, El Gloria o Manolo Caracol, entre ellos.
Tenía 5 hermanos y su familia no abundaba en recursos económicos. De hecho, un par de hermanas tuvieron que irse a vivir con su tía.
Esa difícil situación no era tanto por una cuestión de falta de trabajo de los padres como por el hecho de que el progenitor era alcohólico y desaparecía semanas tras dilapidar el dinero. Lola, su madre, llevaba todo el peso de sacar a sus hijos adelante.
Antonio Ruiz Soler es un niño prodigio
En unas cartas del bailaor que guarda la Comunidad de Madrid, escribe:
“Recuerdo, desde que tenía cinco años, que sería un bailarín y que mi vida estaba destinada al teatro”.
Cuando ese chiquillo contaba en casa que quería bailar, el padre se burlaba de él llamándole despectivamente «el bailarín». Consideraba que eso de la danza era de «mariquitas», como explicó el mismo Antonio en sus memorias.
A pesar de todo, su infancia fue feliz. Desde los cuatro años, buscaba cualquier oportunidad para escapar a las calles y perseguir a Juan, un organillero que recorría los barrios de Sevilla. Los dos se asociaron para repartirse las ganancias de sus actuaciones. El niño tenía una gracia tal que las propinas eran muy numerosas.
Para Antonio, regresar a casa con los bolsillos llenos de monedas reforzaba su idea de dedicarse a la danza a la vez que ayudaba a su madre.
Su madre, viendo que tenía mucho talento, le apuntó a la academia del famoso maestro Realito. Para costear las tres pesetas semanales que costaba, llegó a un acuerdo con la tía del niño para lavarle y plancharle su ropa. Y todo esto, en secreto. Más adelanto, viendo lo r´pido que el pequeño aprendía todo y su gran talento, el maestro le daría clases gratis.
El maestro Realito, Manuel Real, estuvo siempre presente en la vida de Antonio Ruiz Soler. Este profesor era muy conocido entre la burguesía andaluza por, entre otras cosas, dar clases de sevillanas. Realito fue un intérprete de flamenco reconocido a nivel nacional e internacional. Antonio recordaba en sus conversaciones que fue él quien le enseñó el baile con palillos (castañuelas).
Conoce a su perfecta compañera de baile
En esa academia de Realito, Antonio conoció a la que sería su pareja de baile durante 22 años. Florencia Pérez Padilla, conocida como Rosario, tenía unos años más que «El Bailarín», pero Manuel «Realito» les juntó por ser los dos delgados y pequeños. Fue el principio de una pareja de baile de fama mundial durante 22 años.
Participaron enseguida en el cuadro flamenco de su profesor, que actuaba por la Feria de Abril sevillana, fiestas varias y casas particulares. Un pianista de esa formación les llamó los Petits Sevillanos.
Su debut oficial due en 1928 en el Teatro Duque de Sevilla. Recibieron ovaciones y aplausos. Posteriormente, en 1929, actuaron en la Exposición Iberoamericana de Sevilla para los reyes españoles, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, y cambiaron su nombre artístico a «Los Chavalillos Sevillanos» por consejo del que empezó a ser su representante.
Su debut juntos fue en el Teatro del Duque de Sevilla, en 1928. Al año siguiente, bailaron ante los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, en la Exposición Iberoamericana de Sevilla. El público les adoraba fuera cuál fuese.
Así que seguí aumentando su fama y, por tanto, las oportunidades en el extranjero. Su primer bolo internacional sucedió en Bélgica, en 1930, con motivo de la Exposición de Lieja (Bélgica).
También ampliaron su círculo de artistas conocidos. En Madrid, su estreno sucedió en el Teatro Fuencarral en el 33, nada menos que con la compañía de la Niña de los Peines y Pepe Pinto. Allí, aquellos chavalillos se codearían con La Macarrona, Juan Mendoza Rodríguez, Niño de Utrera o Niño Ricardo. Sin parar de aprender de los grandes artistas con los que se cruzaban y, a la vez, ganar dinero, llegaron a Barcelona en 1936.
El estallido de la Guerra Civil española les pilló justo cuando estaban contratados en el Tívoli de Barcelona. Circunstancias de la vida, se encontrarían con que las milicias que ocupaban su barrio les obligaron a actuar gratis e incluso en varios lugares de Francia. Antonio no podía contactar con su familia. Rosario, en cambio, tenía a su madre cerca, ya que solía viajar con ella durante sus espectáculos. La solución estaba por venir…
Rumbo a América
Estando en Marsella, conocieron al empresario de variedades Marquesi. Este les ofreció ir a trabajar a Argentina y realizar una gira por Sudamérica. No se lo pensaron mucho. Pusieron camino a Buenos Aires en un barco de vapor llamado Florida. En la capital argentina se produjo un encuentro histórico. Antonio Ruiz Soler ingresaría en la compañía de Carmen Amaya. Los más grandes del baile flamenco unieron sus talentos sobre el escenario del Teatro Maravillas con el espectáculo «Las maravillas del Maravillas».
Cuando Carmen Amaya se fue de gira, Antonio y Rosario se quedaron de cabeza de cartel y decidieron crear una pieza más de su estilo. Sería el principio de sus coreografías propias. También es cuando empiezan a interpretar obras de danza clásica y ya no solo de flamenco.
Tras las buenas críticas, siguieron recibiendo ofertas de giras por toda Sudamérica hasta llegar a México. Estuvieron contratados en una sala llamada El Patio casi un año. Hasta que Marcel Ventura, un representante muy conocido en el país, les consigue un contrato para actuar durante nueve meses en el Casino Copacabana de Río de Janeiro. Después, aterrizarían en el Waldorf Astoria de Nueva York.
En una de sus actuaciones en Río de Janeiro, les vio el director Arturo Toscanini, quien proclamó, aplaudiendo con entusiasmo, que las danzas de Rosario y Antonio eran «el alma de España». Además, les ayudó a instalarse en EE.UU.
Récords de llenos absolutos en los teatros de EE.UU.
El público norteamericano adoraba todo lo relacionado con el flamenco. Triunfaba Sabicas al toque, Carmen Amaya, José Greco y Pilar López, entre otros. Con Rosa y Antonio Ruiz Soler, multiplicaron su pasión por este arte y todo lo relacionado con su baile. Llegaron a bailar para el presidente Rooselvelt en la Casa Blanca y posaron para Salvador Dalí en Nueva York.
Políticos, estrellas de Hollywood y artistas de todo tipo querían conocer a la pareja que representaba, sin quererlo, a España. Hay que recordar que era la época del Plan Marshall y todo lo español estaba muy promocionado. La Metro Goldwin Mayer les llamó para su primera película, «Ziegfeld Girl», en 1941. Hollywood les seguiría solicitando para más rodajes, como en «La cantina de Hollywood» (Hollywood Canteen), «Panamericana» o «Canta otra canción».
Antonio diría, recordando aquellos años, que él vivió esa etapa con los ojos muy abiertos, empapándose de todo. Aplicó al flamenco nuevos estilos, añadiendo a este género lo clásico y el estilo de Fred Astaire, uniendo la Escuela Bolera y la Estilizada, y en definitiva, adelantándose a su tiempo. En las películas de esta época se puede ver su propia evolución como bailarín, bailaor y coreógrafo.
Lana Turner, Bette Davis, Charlie Chaplin, Ava Gardner… Antonio se codeó con lo más granado de Hollywood. Aunque nunca escondió su homosexualidad, contó en sus memorias que había tenido algún que otro affaire con estrellas de la época. Este asunto de sus amantes siempre dio mucho que hablar a la prensa. Aún hoy en día, sigue coleando aquella afirmación de que tuvo un romance con la fallecida duquesa de Alba, Cayetana, y que podría ser el padre de alguno de sus hijos. Por ese tema, Cayetana y él llegaron a los tribunales.
Nace «Rosario y Antonio»
Broadway, Chicago, vuelta a México, sin dejar nunca Nueva York. Aquello chiquillos de Sevilla se cambian el nombre a «Rosario y Antonio» y forman su compañía de danza propia con la que viajan por todo el mundo.
Esta compañía se estrena en 1943 en el Carnegie Hall. Antonio escenifica el Corpus Christie en Sevilla (Albéniz) con éxito moderado. Lo que sí que fue una total revolución fue su estreno en el Teatro Bellas Artes de México (1946); Antonio interpreta por primera vez un innovador «Zapateado” con música de Pablo de Sarasate.
También de esta época es la pieza «Café de las Chinitas», con letra de Federico García Lorca, o fragmentos de «El Amor Brujo» y el «Sombreo de Tres Picos», de Falla, que luego convertirá en ballets completos.
Estiliza la jota «Viva Navarra», de Larregla, y el «Zorongo Gitano», una reinterpretación de esta obra de Federico García Lorca y La Argentinita, artista con la que compartió amistad en esa época estadounidense.
Zapateado (1946)
Se presenta en México por primera vez. Antonio, influenciado por lo vivido en Broadway y Hollywood, y por el estilo de Fred Astaire, el bailarín crea una pieza con conceptos no usados hasta ese momento. Un despliegue de matices sonoros que buscan similitud con el claqué. Acaricia el suelo transmitiendo con movimientos virtuosos la impresión de que la ejecución no requiere esfuerzo.
Vicente Escudero, como consecuencia del éxito que comienza a tener Antonio, da inicio a un peculiar conflicto declarando en prensa y radio que lleva chapas en los zapatos y que su baile es afeminado.
El Vito (1944)
Este baile, «El Vito de Gracia», es la perfecta sincronización del baile en pareja de un palo flamenco tradicional. Rosario y Antonio lo representaron en los Estados Unidos en la película «Hollywood Canteen».
El Sombrero de Tres Picos (1958)
«El sombrero de tres picos» es un encargo de Sergei Diaghilev a Manuel de Falla para que, junto a la coreografía de Leonidas Massine, y con la escenografía y vestuario de Pablo Picasso, formara parte del repertorio de sus Ballets Russses. Se estrenó en 1919.
Antonio Ruiz Soler estilizó esta pieza que es vital para el flamenco. Incorporó su propia farruca y esa primera pieza que ya interpretó en Nueva York («Suite del Sombrero», en 1944). La obra final fue presentada por primera vez en la ciudad de Granada, revestida de un aire andaluz, llena de frescor y de continuos guiños flamencos. El éxito que obtuvo, animó a Antonio a realizar una nueva gira internacional con ella acompañado de Mariemma.
lalaRegreso a España
Entrevistado sobre el porqué de la tardanza en volver a España, Antonio confesaría que tenía miedo de no triunfar. Seguramente, el que la hermana de La Argentinita y gran bailaora, Pilar López, fuera recibida con los brazos abiertos al volver a España, animó a Antonio a tomarse en serio su regreso.
Antonio y Rosario llegaron a las costas de Cádiz en enero de 1949. Muy emocionado, se trasladó a Sevilla para volver a ver a su madre tras más de una década sin poder abrazarla.
Al cabo de unos pocos días, la pareja de baile estrenó en el teatro Fontalba de Madrid. La respuesta fue tan abrumadora que, aunque inicialmente estaban programados para 7 funciones, terminaron entregando 54. Los temores de Antonio de no ser bien recibido parecían infundados…
En 1950, comenzaron a valorar el trabajo del sevillano con distintos galardones. Primero, con la Cruz de Caballero de Isabel la Católica, una de las más altas distinciones de la época.
Por cierto, tanto Rosario como él seguirían apareciendo en películas. Para «Niebla y sol», Antonio crea el ballet El hombre y la estrellas. Pero el film que ha pasado a la historia es «Duende y Misterio del Flamenco», dirigida por Edgar Neville en 1953. En ella, Antonio baila por primera vez el martinete, reservado hasta entonces al cante flamenco. La cinta fue presentada en el festival de Cannes y obtuvo el premio especial de la crítica, por lo que logró gran difusión internacional. Edgar Neville explicaría de cuando le vio bailar esa pieza:
«Pocas veces se ha visto algo más bello, más emocionante».
No hay que olvidar «La Nueva Cenicienta», donde Antonio compartió pantalla con Marisol, a la que admiraba. Interpretaron «El Zorongo Gitano», pero la película fue más famosa por los rumores sobre su posible relación que por su contenido.
Ruptura con Rosario: los motivos
En el año 52 sucedería lo inevitable. Ya en Nueva York, los caracteres de Rosario y Antonio chocaban muy habitualmente. En una ocasión, la pelea llegó a derivar en golpes. Cuando la pareja regresa a Europa, los altercados son más frecuentes y adquieren mayor virulencia.
En plena gira europea, actuando en el teatro Champs Elysées de París, un encontronazo trasciende al público y tienen que salir del edificio escoltados por los gendarmes. Antonio dejaría varios contratos sin cumplir y regresaría a España. Solo en Italia cede y baila con Rosario, aunque llegan al acuerdo de bailar cada uno en solitario una parte y sólo en el número final actúan juntos para bailar la jota «Viva Navarra», una de sus danzas estilizadas más importantes. Después se trasladan a Barcelona para cumplir otros compromisos pendientes. Y se acabó.
Rosario explicaría tal ruptura por los distintos caminos que querían seguir cada uno. El bailarín no haría comentarios en ese momento, pero alguna píldora soltaría después del tipo «La mejor bailaora es Rosita», y no su excompañera Rosario. Y eso que se llevaban bien y volverían puntualmente a actuar juntos.
En EE.UU., la pareja había conocido al crítico de The New York Times, John Martin. Este animó a Antonio a que dejaran esos bailes en club nocturnos y teatros de variedades para centrarse en una carrera más acorde a su gran talento, más hacia la danza clásica. Walter Tierry, otro crítico muy reputado, pero del periódico The Boston Herald, incidía en los mismo. Tierry, además, ponía a El Bailarín muy por encima de Rosario en todos los aspectos artísticos. Así que, entre que Rosario quería volver a piezas de La Argentinita mientras que Antonio ya navegaba hacia obras más modernas, y que la prensa metía cizaña sobre quién era el mejor, se creó un perfecto caldo de cultivo para el fin de esta pareja artística.
El Bailarín cumple su sueño y monta la primera gran compañía de baile flamenco
Ya independiente, Antonio siguió creando. Fue una época muy prolífica hasta su retirada en 1979. En lo clásico, trabajo en obras sobre partituras de grandes compositores españoles, como Albéniz, Granados o Turina. La Escuela Bolera siguió estando presente en bailes como Bolero robado, Boleras de medio paso y Malagueñas boleras.
En el flamenco, destacó el baile por caña. También fandangos por verdiales, caracoles, serranas, tango de Cádiz, taranto, soleares, alegrías y tanguillo.
Pero, sobre todo, cumplió su sueño: montó una gran compañía llamada «Ballet Español» con 35 bailarines, algo nunca visto. La presenta en el II Festival Internacional de Música y Danza de Granada en 1953. Estrena con ella Llanto por Manuel de Falla, Allegro de concierto, Serranos de Véjer, Martinete, Suite de danzas vascas y Suite de Sonatas. Rosita Segovia fue la primera bailarina femenina.
Triunfó en Granada y triunfó en cada ciudad a la que iba con su Ballet Español. En París, el público del Teatro Empire le sacó a hombros.
En 1966, aunque las fechas no están muy claras, actúa en la Unión Soviética. Era la primera vez que una compañía española bailaba en el país. El viaje tuvo un gran calado político y, emocionalmente, vino enamorado de su cultura dancística. Los mejores bailarines de la URSS y del mundo, Nureyev y Baryshnikov, admiraban el arte de este sevillano bailaor. De hecho, le copiaron movimientos.