Ungidas de una religiosidad llena de emoción y de «quejío», las saetas nacen del cante del pueblo, lo que las convierte en un palo de los más puros del flamenco.
Una de las teorías más extendidas asegura que el origen de las actuales saetas está en las coplillas que cantaban o recitaban en los siglos XVI y XVII los padres Franciscanos. Este tipo de coplillas servían para indicar a los pecadores que tenían que arrepentirse de sus pecados, incitaban a la devoción y a la penitencia. Entre 1800 y 1840, la saeta pasa a ser un canto popular, aunque todavía aún no es flamenca.
Las saetas en España
Se cree que pudo haber sido Enrique el Mellizo quien cantó saetas por primera vez frente a una imagen procesional en el barrio gaditano de Santa María, aunque no existe constancia escrita al respecto.
Actualmente, las saetas se cantan en eventos de Semana Santa a lo largo y ancho de la Península Ibérica. En Andalucía, pero también en Murcia, Extremadura, Castilla-La Mancha y en Castilla León, el cante se transforma en quejío y lamento profundo.
De carácter popular, surge a paso de las procesiones. Es una expresión sentida y profunda entre el cantaor y la imagen de Jesús o la Dolorosa.
Se considera que hay una zona más concreta en la que la saeta es un cante fundamental. Se trata de un triángulo de oro que discurre desde Cádiz, Jerez de la Frontera y Málaga, con Córdoba y Sevilla. Las localidades de Puente Genil, Cabra, Castro del Río, Mairena del Alcor y Marchena conservan unas saetas con sus propias características locales.
Las saetas flamencas
Sobre 1880, la saeta más popular se transforma en la saeta flamenca. Poco a poco, la costumbre de cantarlas se extendió por los pueblos andaluces, que la adaptaron a su propio estilo.
También esta evolución intervienen los grandes de este cante: Manuel Centeno o Antonio Chacón, Manuel Torre, La Serrana, Medina El Viejo, La Niña de los Peines, Manuel Vallejo…
En la Semana Santa de Sevilla de 1919, hubo un duelo muy conocido que mantuvieron dos saeteros jerezanos, Joselito el Gallo y el ganadero Eduardo Miura, que se arrancaron con una saeta que decía: “Por no saber lo que hacerle, le escupen, le abofetean/ y le coronan de espinas/ y la sangre le chorrea/ por su carita divina».
Las saetas que ahora se interpretan tienen 4 o 5 versos de 8 sílabas. Los estilos más populares se definen en tres, las saetas por seguiriyas, los martinetes y las carceleras de Puente Genil.
Manuel Centeno, maestro «saetero»
Manuel Centeno (1907 – 1961) llegó a ser el saetero más cotizado de Sevilla. Era conocido como el emperador de la saeta, y se le atribuye la autoría de la saeta por seguiriyas. En 1926, cantó por primera vez su famosa saeta a la cruz de Guía de la Hermandad del Silencio..
Saeta Cristo de la Expiración
De la saeta de Centeno viene la versión moderna de la saeta que se impuso en Sevilla a partir de los años veinte del pasado siglo. Es la llamada saeta artística y fue difundida por Rocío Vega Farfa (1895-1975), más conocida como La Niña de la Alfalfa, que en 1916 fue proclamada por el rey Alfonso XIII reina de las saetas.
La saeta HOY
La saeta entró en un periodo de decadencia en los años sesenta y setenta. Desaparecieron los saeteros históricos, que transmitían de forma oral su saber y su arte. Pero las grandes de la copla se atrevieron con este difícil cante: Rocío Jurado se dio a conocer ganando un concurso de saetas; Juanita Reina cantó a La Macarena de Sevilla; Marifé de Triana fue otra gran saetera de la época.
Como explica José Blas Vega: «El interés por la saeta flamenca ha sobrepasado nuestras fronteras y desde hace varios años, durante la primavera, se celebran en París recitales de ellas, a cargo de saeteros destacados».