José Galán, de Flamenco Inclusivo: “El flamenco no entiende de edad, ni de raza, ni de capacidades, ni de barreras, porque se hace con el alma”
Entrevistamos al director y coreógrafo del cortometraje En mi piel, en el que se reflexiona sobre la inclusividad de cuerpos diversos en el arte flamenco.

"En mi piel" es uno de los proyectos más especiales para el flamenco hasta la fecha. En un momento en el que el arte está sediento de nuevas propuestas y protagonistas, José Galán ha llevado a la gran pantalla su compañía Flamenco Inclusivo, compuesta por personas con diferentes discapacidades. El cortometraje explora la discapacidad no como límite, sino como punto de partida a nivel creativo, que abre un nuevo horizonte de bellas posibilidades expresivas. See estrenará este miércoles 9 de noviembre a las 22.00 h en el Teatro Alameda, en el marco del Festival de Cine de Sevilla.
ALL FLAMENCO ha tenido la suerte de entrevistar a José Galán, que con sabiduría, humor y pureza nos cuenta los entresijos de este proyecto.
E.: José Galán, cuéntanos, ¿cómo nace la idea de Flamenco Inclusivo?
José Galán: mi camino empieza como bailaor, trabajando para artistas como Sara Baras o Antonio Canales, aunque siempre he tenido en mente la inclusividad, lejana a las academias y los conservatorios. Pero no es hasta 2010 cuando creo el proyecto de Flamenco Inclusivo, ya que necesitaba una formación pedagógica específica. Yo trabajo para que tengan acceso a la cultura y al arte flamenco, ya que es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, para todos, así que no se pueden quedar fuera las personas con diversidad funcional.
E.: ¿Cómo ha sido llevar la compañía frente a las cámaras? ¿Os ha supuesto alguna dificultad adicional?
J.: Es la primera vez que actuamos frente a la gran pantalla. A diferencia del escenario, donde actúas una sola vez y es más espontáneo, el cine se basa en repeticiones, lo que hace que sea más trabajoso para ellos. Aun así, ellos han sido profesionales, han dedicado horas y horas, y lo han llevado tanto ellos como sus familiares con mucha dedicación. No han puesto límite ni barreras, de decir “esto no lo hago yo”. Es un reto y lo han abordado de la mejor forma posible.
Lo más maravilloso de ellos es que son muy auténticos, ellos se expresan de una forma muy verdadera, que es lo que busca realmente el flamenco: no la perfección, sino el ser uno mismo. Yo lo llamo identidades-resistencia: la disidencia del flamenco.
E.: ¿Por qué desnormativizar los cuerpos desde el flamenco?
J.: Porque lo normativo, lo perfecto, no existe. Son cuerpos construidos con rasgos que no son reales. Si partimos de esa base, mucha gente se queda fuera. A través del flamenco exponemos los cuerpos tal como son, con sus imperfecciones y sus particularidades, que en realidad es muy flamenco. El flamenco utiliza una voz que no es limpia como la de ópera, sino rasgada, sucia. Lo mismo con el cuerpo, hay bailaoras con sobrepeso o que son mayores, y esos cuerpos son admitidos en el flamenco.
Entonces, aunque haya un lado académico y exclusivo, también puede ser inclusivo. Es esa cara la que más me interesa.
E.: ¿Qué es para ti el flamenco? ¿Qué hay de técnica y qué de expresión?
J.: El flamenco ha sido una expresión del pueblo, espontánea y natural. Hoy en día también soy profesor de conservatorio y es también muy académico, muy técnico, con muchos ensayos. Pero aun así, lo que luego le transmite al público no es esa técnica o esa perfección, sino el arte y la emoción. Eso es algo intrínseco, o lo tienes o no lo tienes.
El flamenco es visceral. Los cantaores pueden ir con su corbata, su chaqueta, muy bien vestidos, pero después cuando abren la boca se les ve hasta la campanilla. Quiero decir, al flamenco no hay nada que lo amarre. El flamenco no son lunares, va más allá de una estética. Es un lenguaje que traspasa fronteras, por eso gusta en todos los sitios. Porque en realidad se hace con el alma.
Matilde Coral lo resume así: “el baile flamenco es la danza más incorpórea que existe”. Ella, aunque sea mayor y tenga Parkinson, ¿Quién se atrevería a decir que ella no es una gran bailaora? No, el flamenco no entiende de edad, ni de raza, ni de capacidades, ni de barreras. Las personas con discapacidad funcional tienen derecho a hacer lo que les gusta, sea bailar, cantar… De hecho, tenemos una cantaora que sale en el cortometraje, que es invidente total desde nacimiento, pero canta que te mueres, porque tiene oído absoluto, no estudia de partitura ni nada, pero cómo canta la saeta.
E.: Esta visión del flamenco está muy presente incluso desde el proceso de creación del cortometraje. ¿Cómo se prepararon las coreografías?
J.: Aunque haya sido el coreógrafo, me gustan las relaciones horizontales. Estamos cansados de tanta jerarquía en los trabajos, en los colegios, las familias. Me interesaba que ellos fueran partícipes y protagonistas. Yo me he inspirado en el cuerpo y la personalidad de cada uno: no se le puede exigir que zapatee a una persona en silla de ruedas, por ejemplo. Además, ahí estaría equivocándome al buscar que una persona con discapacidad imite a una que no la tiene. Al contrario, la riqueza está en eso, en la diversidad. La discapacidad no es un límite, sino un punto de partida. Más que montar una coreografía, conociéndolos a cada uno con sus particularidades, intento sacar la esencia que tiene cada uno a través del flamenco.
Estos proyectos, además de artísticos, son muy humanos porque la persona puede ponerse en el lugar de otro. De ahí el título: “En mi piel”, que habla de la empatía. Vivimos en una sociedad que necesita mucho de estos valores.
E.: Hablando de la piel, nos ha sorprendido el vestuario que habéis utilizado.
J.: Se trata de un vestuario unisex, donde hombres y mujeres llevan las mismas ropas y los hombres también llevan falda. Y el color no es el típico de flamenco, negro y rojo, sino que es del mismo tono que su piel, evocando esa transparencia, esa desnudez del cuerpo. Mostrar a las personas tal como son.
E.: ¿Y en cuanto al espacio que habéis escogido?
J.: Se trata de la Real Fábrica de Artillerías, un espacio abandonado que, aunque nos ha dado problemas de comodidad (porque al no tener un suelo liso y plano, era dificultoso para los invidentes o las personas en silla de ruedas), merecía la pena. Es un espacio muy bonito e incluso metafórico: un lugar de muchísimo valor patrimonial que está abandonado en Sevilla. Lo mismo sucede con las personas, tienen mucho valor pero miramos para otro lado.
E.: Para concluir la entrevista, ¿con qué tres palabras simbolizarías este proyecto?
J.: Arte, Inclusividad y Vida.